Por Waldo González López – www.TeatroenMiami.com
Foto: Erdwin Vélez
El cronista la ‘descubrió’ en la pieza del dramaturgo, narrador y poeta cubano Ulises Cala Una muchacha con la cabeza llena de pájarosque, dirigida por el también dramaturgo Yoshvani Medina en la Sala ArtSpoken, coprotagonizó con Rosalinda Rodríguez y Gabriel Porras.
Allí la actriz colombiana encarnó un personaje un tanto mítico y no poco deudor de la narrativa de Juan Rulfo, lleno de poesía imaginera que, por su concepción lírica y su convincente interpretación, convenció al público, como sus talentosos colegas mexicanos quienes, tal mi entrevistada, bien saben que la escena es el centro formador de los mejores actores, y por ello vuelven a ella a menudo.
Por ello, quise entrevistar a Natalia Ramírez y, como coincidimos en la celebración del 4 de julio, se lo comuniqué ese día, en el hogar de una fraternal amiga, amante de las tablas, las que apoya como pocos.
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Fotos: Cortesía de Betania Peña, representante de la artista
«... Alma Rosa, joven cubana de fuego, dispone de una voz como hay pocas: es impresionante» (A. Heliot, Le Quotidien de Paris).
He aquí uno de los criterios emitidos por una colega francesa, tras disfrutar de su excelencia vocal. Ella ha sido definida por periodistas y críticos musicales de distintos ámbitos de muy diversas maneras, mas todas las opiniones coinciden en la admiración causada por el impresionante ángel y la hermosa voz de esta valiosa cantante, trovadora, compositora y actriz nacida en la Isla.
«... Alma Rosa, una cantante cubana, con voz cálida, sensual y poderosa...»
(Arlette Frazier, Pariscope).
Dueña de la melodía, seductora nocturna y ama de la sensible concurrencia que llega hasta un espacio ya suyo, donde ella provoca esa necesaria purificación de las pasiones provocadas por su arte que resulta —según Aristóteles, el más culto de los cultos griegos de la Antigüedad helénica— la catharsis, o el canto como un ritual.
Sí: todo y más en su incambiable espectáculo de las noches sabatinas, donde lo catártico deviene normal en el agradable club-restaurant «Catharsis», de 1644 SW, 8th St.
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En varios de mis artículos y comentarios aparecidos en esta columna, he resaltado la importancia y el valor que le confieren al teatro no pocos genuinos actores de cine.
Y sobre este tópico de indudable interés para los fans de estas manifestaciones artísticas, hoy subrayo que, en los Festivales Internacionales de Teatro de las ciudades españolas de Mérida y Almagro (celebrados actualmente en España hasta el 26 de agosto), están participando varios célebres intérpretes que, con recordados desempeños en reveladores filmes, jamás olvidan la piedra angular de su labor creativa de incorporar criaturas, la escuela formadora de los genuinos intérpretes que en el mundo han sido, son y serán: la escena.
Así, según el reporte de la colega Rosana Torres en el diario El País, el Teatro Romano, de Mérida, presentó sólo días atrás, en la apertura del evento que se realiza en esa ciudad, a varias figuras de la cinematografía hispana, como Maribel Verdú y Concha Velasco, unidas en la puesta de Hélade, de Joan Ollé.
Por Waldo González López – www.TeatroenMiami.com
Como un buen amigo, llega, te proporciona bienestar para luego apartarse un tiempo, hasta que vuelves a él para reconfortarte con su enseñanza y la paz que siempre te da.
A solas con el mundo estamos cuando nos acompaña un buen libro. Nos informa, transforma y conforma una cultura, además de entretenimiento y alegría. Es acaso una puerta que se abre para deslumbrarnos: Detrás hay un pequeñoenorme sol esperando por nosotros para ofrecernos su calidez en medio de la ciudad, en nuestra habitación, en un banco preferido del parque más cercano.
Un nuevo libro, dijo por eso Martí, «es siempre un motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra frente».
COMO LOS HOMBRES
En su proverbial sabiduría, expresó, en Soliloquios y conversaciones, Miguel de Unamuno: «aborrezco a los hombres que hablan como libros, y amo los libros que hablan como hombres», con lo que quería subrayar el autor de La tía Tula, Niebla y Abel Sánchez —sus mejores nivolas, según su propia definición— lo aportado con los libros en relación con lo poco que ¿aportan? algunos pedantes «librescos».
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Marta Valdés (La Habana, 1934) se inició en 1955, muy cerca de los “filineros”, sobre todo, de Isolina Carrillo, Elena Burke, Ela O’Farrill (hoy residente en México), Doris de la Torre, Enriqueta Almanza, Frank Emilio, César Portillo de la Luz, Frank Domínguez, Giraldo Piloto, Ñico Rojas, El Niño Rivera, Juan Pablo Miranda, Ángel Díaz y, por supuesto, «El Ronco», el infaltable José Antonio Méndez.
Marta trajo nuevos aires al feeling durante un segundo momento (años 50) en la composición, como cultivadora de ese estilo definitorio de la canción cubana que marcó y marca aún nuestra mejor música popular.
Sus boleros y canciones han sido grabados por cantantes cubanos de la talla de Vicentico Valdés (quien fuera el primero en darla a conocer internacionalmente por el sello SEECO, donde él fuera, además, productor), Fernando Álvarez, Bola de Nieve, Elena Burke, Reneé Barrios, Doris de la Torre, Omara Portuondo, Miriam Ramos, Pablo Milanés y la legendaria Freddy entre otros, así como por conocidos intérpretes antillanos o suramericanos (el puertorriqueño Cheo Feliciano, la ecuatoriana Patricia González, las venezolanas Graciela Naranjo, Gisela Guédez y Nancy Toro y la chilena Carmen Prieto).
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