Pedro Monge Rafuls - New York, 31 de enero de 2012
En este momento en que Yohayna lee esta nota, entre ustedes, en La Habana, igual que en Nueva York, de forma callada, tranquila, está sucediendo un hecho trascendental ---¿y por qué no decir histórico?--- para nuestras artes: está ocurriendo un encuentro cultural, sobre todo teatral cubano. Y dije y repito: cubano.
Ha sido mi sueño y ha sido el sueño de muchos, por años; el que hoy, por primera vez, se pueda hablar de un verdadero puente artístico, entre las dos llamadas orillas cubanas.
Lecturas de Teatro Cubano Contemporáneo 2012
Por Yohayna Hernández González
¿Qué teatro podemos compartir aquí y allá ahora? Una idea fija me persigue: la realidad que me devuelven estas escrituras: rostros, estados, imágenes, dolores, deseos, melodías. Un strip-tease de la experiencia, cada día estoy más seducida por el acto de dejar al desnudo mis pensamientos, quitar la cáscara de las ideas y que lo que quede baile, que baile eróticamente ante el que me escucha, al ritmo de sus latidos.
“Ignacio, voy a tener un hijo tuyo”, le dice Amalia a Ignacio, justo antes de que partiera a la guerra de Angola, en Algo más que soñar, una serie televisiva de los ochenta que retransmitida y retransmitida veía durante mi adolescencia, en la que Ignacio (Agramonte), Carlos (Manuel de Céspedes), Antonio (Maceo) y Máximo (Gómez) eran jóvenes estudiantes de la Academia Militar. Esa serie me hizo descubrir las cartas de amor que mi padre, con 18 años, escribía a mi madre desde Luanda y que ella guardaba celosamente en una gaveta de la cómoda de su cuarto. “Ignacio, voy a tener un hijo tuyo”, dice ahora María en “La despedida (La escena obligada)” de Nara Mansur. En este poema dramático Ignacio no se fue a la guerra, parte para Santiago de Chile: “Soy la primera generación de mi país que vende su mano de obra”, y María aborta su hijo, su vida, su teatro: “¿A partir de qué año fui consciente de mi aburrimiento? (…) No me sucede nada, yo no le sucedo a alguien, a algo”. Ignacio le ruega: “Ámame como soy”, pero María se queda con todas esas cosas: “su familia de cuatro personas”, “los negros de enfrente”, “el parque”, “el sindicato”. María se lanza del muro y mientras muere, canta: “me tiré a lo más hondo, y me ahogo en los mares, de tu partida, de tu partida” (Juan Luis Guerra y la 440).
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