Flora Lauten • La Habana
Foto: Kike (La Jiribilla)
Este es un día especial porque estamos celebrando la presencia de Vicente en Los Doce y en todos nosotros. Ahora mismo Ada Nocetti me tomaba una mano y la tenía fría como un hielo. Siempre me pasa eso con Vicente, desde que tenía 18 años y lo vi por primera vez. Es un estado de estupor, de sorpresa, de miedo ante su sabiduría y profundidad, ante su desconcertante presencia, que nunca sabes exactamente qué piensa. Quizá está asociado con la libertad de la que hablaba alguno de nosotros. Lo maravilloso es que ese sentimiento no se detiene en mí. Siempre que veo a Vicente, siempre que no lo veo, tengo el mismo sentimiento, este estado de nervios, este cuestionarme qué podrá pensar él de mis puestas en escena, qué diálogo podemos tener.
Michaelis Cué • La Habana
Fotos: Kike (La Jiribilla)
Es difícil separar a Vicente Revuelta del Grupo Los Doce. Seguí la carrera de Vicente desde muy temprano, incluso antes de entrar a la Escuela Nacional de Arte (ENA). Cuando empecé a estudiar con el método de Stanislavski, iba al teatro y veía en el escenario lo que estaba aprendiendo, pero me daba cuenta de que, además de Stanislavski, había algo más que no sabía definir. Me ocurrió con el cuento "El zoológico". De ahí que Vicente logró un ascendiente sobre mí extraordinario. Vicente tiene un don para atraer a los jóvenes que es muy peculiar. Siempre está rodeado de jóvenes que lo buscan.
Freddy Artiles • La Habana
Fotos: Kike (La Jiribilla)
“Había una vez un niño que se llamaba Vicente,
al cual le gustaba mucho dibujar.
Dibujaba todo lo que veía en derredor suyo.
Y lo que no vio, lo inventó.”
al cual le gustaba mucho dibujar.
Dibujaba todo lo que veía en derredor suyo.
Y lo que no vio, lo inventó.”
Cualquier persona medianamente informada o simplemente interesada en el teatro cubano sabe quién es Vicente Revuelta y reconoce su importancia decisiva para la escena nacional en los últimos cincuenta años. Prácticamente todo lo nuevo y renovador del teatro mundial de este siglo ha sido introducido en Cuba por Vicente: el trabajo con el Método de Stanislavski, la obra de Brecht, las experiencias de Grotowski; y de entonces acá ha realizado numerosas puestas emblemáticas en las que ha demostrado, a la vez, su extraordinario talento como actor.
Vicente Revuelta | La Habana
En los inicios de mi carrera como director, estudié mucho. Fueron dos o tres años de estudio intenso. Estudié la historia del teatro universal, la historia del teatro cubano, materialismo histórico, lo que fue apareciendo de Stanislavsky, y todo cuanto me parecía de interés.
Antes de trabajar con todo eso del Libro Modelo de Brecha, hacía experiencias distintas con los movimientos, de forma muy intuitiva. Tenía en mi haber los estudios de artes plásticas, que me ayudaban en cuanto a la composición.
Yo trabajaba en función de pautas muy sicológicas, de acuerdo con motivaciones, sentimientos. Se trataba de un análisis activo de los porqué. Luego, con el conocimiento de Stanislavsky, comencé a emplear todo aquello del objetivo, la tarea, etc.
Abelardo Estorino • La Habana
Foto: Kike (La Jiribilla)
En Cuba decir Vicente basta, todos sabemos de quien se trata. Hace cuatro años y cuatro meses yo cumplí 80, por lo tanto, puedo saber qué se siente. Al menos sé lo que yo sentí. Llegas a una edad avanzada, así se dice para usar un eufemismo, y te quedas sorprendido de cómo has podido vivir tanto y piensas que no te queda mucho por delante, a pesar del plan de los 120, y te queda mucho por hacer. Todos te dicen maestro, maestro, maestro y te ofrecen homenajes y otros halagos, y no sabes si aceptarlos con orgullo y vanidad porque en el fondo estamos muy insatisfechos con nuestro trabajo.
Graziella Pogolotti • La Habana
No quería permanecer ausente de este homenaje que se le hace a Vicente Revuelta en sus 80 años. Quiero dejar un testimonio de mis recuerdos presentes a través de muchos años y de muchas circunstancias.
Lo que está más lejano en mi memoria es la imagen de Vicente Revuelta actor. Eso fue en la década del 40, en el teatrico de la escuela Valdés Rodríguez, lamentablemente quemado. Allí se presentaban las obras de ADAD. En aquella etapa heroica y genial de la introducción de la modernidad en nuestro teatro. Fue una etapa, como algunos de los sobrevivientes han contado, verdaderamente heroica, de utilizar un mínimo de recursos que pudieran resolverse aquí y allá, de ensayar para producir un espectáculo mensual que estaba en escena una sola noche y para un público cómplice, adepto, del mundo intelectual y algún que otro aficionado. Era prácticamente un camino secreto, paradójicamente silencioso, a través del cual se iban formando directores y actores en la práctica de la escena. Se hacía básicamente un teatro que apostaba a la calidad de un determinado repertorio. Un repertorio sagrado desde finales del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX: era el teatro de Ibsen o el de Bernard Shaw.
Roberto Gacio • La Habana
Fotos: Kike (La Jiribilla)
Vicente Revuelta es un artista, un verdadero creador y ciertamente un intelectual. Cuando estas tres condiciones se conjugan en un actor o actriz, se está hablando de un paradigma de la actuación dentro del movimiento escénico de un país.
Artista, porque a lo largo de su extensa trayectoria potenció al máximo sus excepcionales dotes histriónicas y porque nunca estuvo conforme con lo alcanzado, siempre anhelando estar más cerca de la perfección.
Creador, en tanto buscó desarrollar modelos propios de comportamiento escénico, alejarse de los trillados moldes y negar dialécticamente algunas de sus más logradas presentaciones. Huir del mecanicismo, de la rutina que todo lo empolva y paraliza.
Un intelectual, ya que tanto su trabajo como director y actor iban acompañados de un caudal de conceptos y reflexiones sobre el alcance social, político, cultural y humano de sus propuestas artísticas.
Norge Espinosa Mendoza • La Habana
Fotos: Kike (La Jiribilla)
Quise haber hecho esta entrevista hace ya mucho tiempo. Antes que la fecha que anuncia los 50 años de la fundación de Teatro Estudio me conminara de un modo feroz a no dudar más y lograr este encuentro con un hombre sin el cual muchas cosas no serían iguales en la cultura cubana. Vicente Revuelta, el actor, el director, el ser humano complejo y tremendo que desde los escenarios desmontó una y otra vez la idea de un teatro cubano en proyecciones tan diversas como intensas, está ahora frente a mí, cerca del balcón en el que Raquel, su hermana, se apoyó tantas veces para contemplar La Habana. En la memoria teatral de esa ciudad cubana, Vicente Revuelta tuvo un cuartel de mando llamado Teatro Estudio. Medio siglo después de iniciada aquella aventura, se abre esa vista para mí, como si la memoria también fuera una ciudad inesperada. Es tanto lo recordado que por una vez, como lujo aprovechado en su quinto aniversario, Entretelones se regala el placer de publicar una entrevista en dos entregas. No creo que nadie pueda, teniendo en cuenta la estatura artística de quien protagoniza este diálogo, negarnos un gusto semejante.
Reinaldo Montero • La Habana
Fotos: Kike (La Jiribilla)
Sin un punto de apoyo, la imaginación no salta. Si no hay aunque sea un leve lazo que asocie vida y arte, el trabajo no sale. Lo digo porque un día Vicente Revuelta, Raúl Oliva ―que era el diseñador de escenografía y vestuario― y yo estábamos en el apartamento con vista al mar y a la embajada de EE.UU. que tenía Vicente. Estudiábamos por entonces El travieso Jimmy ,de Carlos Felipe, que a ninguno nos gustaba demasiado, por no decir nada, pero Raquel había comprometido a Teatro Estudio en el montaje de ese texto con un grupo búlgaro de nombre anodino, algo así como Salsá-Ismiá (que quiere decir lágrimas y sonrisas). De pronto el agua hirviente del té reclamó toda la atención, Vicente dejó caer los papeles al piso, dijo “solo se me ocurren boberías” y fue a la cocina minúscula. A mí no se me ocurrió mejor bobería que asomarme al balcón, era la última hora de la tarde y entre embajada y mar vi parado en la acera del malecón a un muchacho de pelo quemado por el sol, o quizá rubio. El muchacho hablaba con otros, sin duda, era el centro del grupo. Más allá caminaba una negra retinta. Entre negra y muchacho una niña iba de la mano de un hombre, tal vez su padre. Llamé a Vicente y a Raúl, que se asomaran, que allá abajo andaban todos, incluidos Jimmy y la negra Mrs. Dolly, y se los fui señalando, y hablé más, hablé hasta por los codos de lo que no recuerdo y poco importa. Vicente parecía no escucharme, que ese es uno de sus modos de escuchar. Cuando terminé, Vicente resumió lo visto y parloteado como sigue. “Dolly tendrá que ser Hilda Oates, y Jimmy lo hará Adolfo, todo parecerá muy bobo, como visto a distancia, porque se va a suponer que algo les está pasando pero nadie sabrá qué”, y a Raúl le pidió que hiciera una maqueta, “porque todo acabará pareciendo como un guiñol, sí, será algo muy simple, es lo que pasa, no estábamos mirando alrededor, y mientras más burro uno se vuelve, más estúpida parece la obra”, y sirvió el té. Los tres comprendimos, Vicente el primero, que los ensayos podían empezar al día siguiente.
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