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Una cita con el verdugo para celebrar el aniversario de Teatro en Miami Studio.


Martha Barber – The Miami Herald 

Hace poco tiempo, una obra sobre las tácticas de interrogatorio aplicadas a personas acusadas de poner explosivos en lugares públicos, no habría tenido la resonancia que dichas obras tendrían hoy. Tampoco se plantearían preguntas incómodas: ¿Es aceptable la tortura cuando la seguridad nacional está en juego? ¿Los sospechosos tienen derechos? `` ¿Qué es la Tortura en primera instancia?

Si te has hecho estas preguntas, corre a ver “Oda a la tortura”, la nueva obra de Ernesto García en Teatro en Miami Studio.  “Oda…'', obra con la que el teatro celebra su décimo aniversario, es una obra apasionante, que removerá no sólo sus emociones, sino también sus pensamientos más profundos. Advertencia: No llevar niños. Es una obra muy cruda.

A un oficial, a punto del retiro del Ministerio del Interior, le han dado una hora para que fuerce a dos detenidos y lograr la información acerca de una explosión que se producirá antes del anochecer. Los detenidos están acusados de colocar dos bombas que han matado a muchas personas inocentes. Ramiro (Jorge Hernández) es reconocido como el mejor interrogador. Los sospechosos son Laura (Sandra García) y Pablo (Leandro Peraza). Las escenas tienen lugar en una sala de castigo indescriptible, desesperanzadora y sin ventanas.  

Antes de la llegada de Ramiro, se nos ha mostrado a un hombre felizmente casado y con solo un día más de servicio antes de dedicarse a su viejo sueño de pescar en el río. Ha escrito “Oda a la tortura'', un manual sobre la tortura que se distribuirá entre todos los policías que se dedicarán a los interrogatorios. Capítulo por capítulo, ante una perturbada audiencia, Ramiro trata de convencernos de que está actuando bajo la ley.

Ernesto García dirige, diseña los decorados y ha creado vídeos que dimensionan la obra. García utiliza a menudo proyecciones de video en sus trabajos, los que ha creado para Oda a la Tortura, no solo han sido muy bien adaptados a la línea argumental de la obra, sino que incluso ofrecen un respiro a los enfrentamientos cara a cara entre torturados y torturadores. Las sesiones de interrogatorio con Pablo son las más intensas. El joven es admirador de un poeta acusado de planear los atentados. Pablo acompañado por Laura ha ido a encontrarse con el poeta en una librería, y ahora ambos son dos de los sospechosos encarcelados. Sin embargo, Pablo sigue declarando su inocencia, mientras Ramiro y el guardia (Alain Casalla), un analfabeto que espera convertirse en el próximo Ramiro, continúan con el interrogatorio. Ramiro le presenta algunas críticas antigubernamentales que Pablo escribió en el periódico local. Puede que Pablo no plantara las bombas pero seguramente es culpable de arengar al pueblo a que cometa violencia. ¿No lo es?

Laura, en cambio, utiliza a su favor la influencia de su prominente familia. Sirviéndose del dinero y su posición social.

Las actuaciones son reflexivas, aunque en ocasiones gritan cuando deberían limitarse a apenas levantar la voz. Peraza se mantiene fiel a las exigencias de las escenas de Pablo. Es Hernández, sin embargo, quien sobresale como el torturador sádico; despreciable al mismo tiempo que carismático.

`` Sólo estoy cumpliendo con la ley'', dice Don Ramiro. `` Nunca he tenido dudas de que hacía mi trabajo bajo la ley''.

`` Oda a la tortura'', deriva su nombre de “Oda a la alegría” de Beethoven. Esa correlación que García encuentra con esa obra maestra, evidencia la profundidad de su obra. La intimidad del pequeño teatro en la Calle Ocho en Miami, donde se presenta la obra, se suma a la experiencia. Una excelente traducción al inglés de la obra es proyectada durante toda la presentación.

Este formidable trabajo es para los amantes del buen teatro sin importar el idioma o el país de origen.
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Artículo traducido del inglés.

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