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Doce meses de teatro


Por Jesús Hernández - Diario Las Américas

Faltan los grandes premios para el teatro hispano en Miami, pero tenemos un resumen que pretende premiar el esfuerzo, la capacidad y sobre todo la creatividad concebida aquí en casa. Comentario que traerá la siempre esperada crítica sobre si faltaron más proposiciones serias o mejores producciones. Crítica latente y necesaria, pero a veces mal fundada por quienes ni tan siquiera se enteran de las propuestas o simplemente ignoran algunas de las vicisitudes que ocurren tras bambalinas.

El año comenzó con la cuarta serie de lecturas dramatizadas del Instituto Cultural René Ariza en la sala Teatro en Miami Studio. Un importante proyecto que tuvo su segunda jornada en Havanafama y volvió a proponer la difusión de obras concebidas por escritores cubanos exiliados. Programa que facilitó la representación de Triángulos obtusos, escrita por Julie de Grandy, en el café teatro Kimabaracumbara posteriormente.

Febrero trajo el festival del monólogo con cerca de treinta unipersonales. El certamen internacional que Juan Roca organiza bajo su compañía Havanafama Teatro Estudio cada año. Festival que contó con cerca de treinta unipersonales y un programa paralelo de talleres que realzó el contenido.

Un título tan sugestivo como Enema prometía al menos una declaración de intenciones y así fue. Ambiciosa trama de corte sociopolítico e incluso religioso, escrita y dirigida por Ernesto García, que resultó ser una atractiva tragicomedia protagonizada por Ariel Texidó. La mejor puesta en escena del año.

Asimismo, Ernesto trajo a escena la reposición de su texto El celador del desierto. Una de las piezas más notorias del teatro miamense en los últimos años. Un celador más escénico que tuvo por protagonista a Sandra García otra vez.

Así es, si así os parece, del Nobel de Literatura Lougi Pirandello, fue la propuesta de versión libre concebida por Sandra García y dirigida por Ernesto García. Un agradable divertimento reflexivo protagonizado igualmente por Sandra.

Rolando Moreno acertó al “tropicalizar” un texto conocido otra vez. Receta que aplicó a La visita de la vieja dama, del suizo Friedrich Dürrenmatt, sin abandonar la esencia de la pieza original. Puesta en escena que contó con un elenco de lujo compuesto por Sandra García, Jorge Hernández, Mario Martín, Cristián Ocón, Reinaldo González y Joel Sotolongo.

Entre las piezas importadas está Negociemos de la argentina Alicia Muñoz, que Marcos Casanova adaptó bajo el título Que cuarenta años no es nada para sacarle más partido al público. También está La pipa de la paz, de la misma autora, así como El inconveniente, del español Juan Carlos Rubio, y El método Grönholm, del español Jordi Galcerán, todas adaptadas por Marcos Casanova para el grupo H.T.G., que tuvo el valor agregado de contar con un elenco de lujo compuesto por Jorge Hernández, Gerardo Riverón, Martha Picanes y Marcos Casanova.

Además, resaltamos el buen intento de Susana Pérez y Eduardo Ibarrola cuando interpretaron Júrame, escrita y dirigida por Eduardo Pardo; y la acertada aportación de Triángulos obtusos por parte de Julie de Grandy.

Entre las presentaciones más desafortunadas están Lina, de Marcos Miranda, y Crisis del sexo opuesto, del binomio Manuel Mendoza y Alejandro Aragón, así como la repetición de la receta de “cuadros deshilvanados” de Indira Páez con Amanecí como con ganas de morirme.

Prometeo y Avante, los dos grupos miamenses de teatro que usualmente representan a esta ciudad en el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, llevaron a escena dos importantes obras que resultaron ser muy cuestionadas por el público y la prensa. El grupo escuela Prometeo del M.D.C. tuvo a Otelo, de William Shakespeare, adaptada por Raquel Carrió y dirigida por Lilliam Vega. Una versión que lució gran vestuario, pero defraudó con la actuación del grupo escuela.

Avante presentó una versión demasiado resumida de Aire frío, de Virgilio Piñera, igualmente adaptada por Raquel Carrió, pero dirigida por Mario Ernesto Sánchez. Adaptación que fue únicamente comprendida a plenitud por quienes conocemos la obra original. Puesta en escena que fue prácticamente salvada por el esfuerzo de la dirección, la acertada escenografía y las actuaciones de Gerardo Riverón y Marilyn Romero.

No hay peor enemigo que una gran expectativa. Alberto Sarraín volvía a dirigir teatro en Miami y como es su costumbre, volvía a presentar una obra concebida en Cuba. Chamaco, de Abel González Melo, fue la pieza escogida. Un texto parcialmente contestatario que llama la atención, pero necesita una buena adaptación que estimule la fluidez de las escenas.

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