En este momento en que Yohayna lee esta nota, entre ustedes, en La Habana, igual que en Nueva York, de forma callada, tranquila, está sucediendo un hecho trascendental ---¿y por qué no decir histórico?--- para nuestras artes: está ocurriendo un encuentro cultural, sobre todo teatral cubano. Y dije y repito: cubano.
Ha sido mi sueño y ha sido el sueño de muchos, por años; el que hoy, por primera vez, se pueda hablar de un verdadero puente artístico, entre las dos llamadas orillas cubanas.
Por Yohayna Hernández González
¿Qué teatro podemos compartir aquí y allá ahora? Una idea fija me persigue: la realidad que me devuelven estas escrituras: rostros, estados, imágenes, dolores, deseos, melodías. Un strip-tease de la experiencia, cada día estoy más seducida por el acto de dejar al desnudo mis pensamientos, quitar la cáscara de las ideas y que lo que quede baile, que baile eróticamente ante el que me escucha, al ritmo de sus latidos.
“Ignacio, voy a tener un hijo tuyo”, le dice Amalia a Ignacio, justo antes de que partiera a la guerra de Angola, en Algo más que soñar, una serie televisiva de los ochenta que retransmitida y retransmitida veía durante mi adolescencia, en la que Ignacio (Agramonte), Carlos (Manuel de Céspedes), Antonio (Maceo) y Máximo (Gómez) eran jóvenes estudiantes de la Academia Militar. Esa serie me hizo descubrir las cartas de amor que mi padre, con 18 años, escribía a mi madre desde Luanda y que ella guardaba celosamente en una gaveta de la cómoda de su cuarto. “Ignacio, voy a tener un hijo tuyo”, dice ahora María en “La despedida (La escena obligada)” de Nara Mansur. En este poema dramático Ignacio no se fue a la guerra, parte para Santiago de Chile: “Soy la primera generación de mi país que vende su mano de obra”, y María aborta su hijo, su vida, su teatro: “¿A partir de qué año fui consciente de mi aburrimiento? (…) No me sucede nada, yo no le sucedo a alguien, a algo”. Ignacio le ruega: “Ámame como soy”, pero María se queda con todas esas cosas: “su familia de cuatro personas”, “los negros de enfrente”, “el parque”, “el sindicato”. María se lanza del muro y mientras muere, canta: “me tiré a lo más hondo, y me ahogo en los mares, de tu partida, de tu partida” (Juan Luis Guerra y la 440).
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