Joaquín Borges-Triana • juventudrebelde.cu
26 de Enero del 2011
Como ha escrito Humberto Manduley en su libro El rock en Cuba: «Con menos preponderancia que el jazz, pero incursionando en terrenos no convencionales para nuestro entorno, los cultores del llamado rock progresivo y sus variantes (sinfónico, experimental, electrónico) también han aportado cuotas de heterogeneidad a la escena nacional».
Para los seguidores del rock en nuestro contexto no resulta noticia el hecho de que los ejecutantes del estilo progresivo, en sus diferentes acepciones, siempre han sido minoría en el panorama roquero cubano. Uno de los contados grupos de dicha corriente que consiguió dejar registrada su música en un fonograma fue la banda habanera Naranja mecánica, ensamble hoy apenas conocido entre las nuevas generaciones de amantes del rock y del metal en Cuba pero que, gracias al sello mexicano Luna Negra, vio publicado el álbum titulado 1993-1995.
Con una estrecha vinculación con el mundo de la dramaturgia a través de la compañía Teatro Estudio, Naranja mecánica surge en 1991 por una idea del trío de instrumentistas integrado por Igor Urquiza (guitarra), Ernesto García (bajo) y Manuel Clúa (flauta). Ampliada luego la formación a quinteto, con la incorporación del tecladista Alejandro del Valle y bateristas como Jorge Luis Barrios y Alden del Toro, la agrupación tuvo su última actuación en la sala Ernesto Che Guevara de la Casa de las Américas en marzo de 1995.
Es justo de dicha presentación de donde sale la mayor parte del material recogido en el CD 1993-1995. El propio hecho de que la grabación sea tomada de un concierto en vivo hace que la calidad del sonido no sea todo lo perfecta que pudiéramos desear, en particular si se piensa que la propuesta de la banda consiste en un tipo de música que por su complejidad requiere de determinadas condiciones técnicas para su más acabada realización.
Si bien tales requerimientos no podían lograrse en la sala Ernesto Che Guevara por la falta del equipamiento imprescindible para ello, pienso que tiene un significado especial haber hecho una grabación como esta, devenida importantísimo testimonio de una manera de hacer música que entre nosotros nunca ha sido favorecida ni por la industria nacional ni por las audiencias.
En el repertorio compilado en este álbum encontramos el predominio de piezas instrumentales, con amplio espacio para el destaque individual de cada uno de los músicos del grupo. La utilización de la flauta, algo absolutamente inusual en las bandas cubanas de rock, le hace a uno evocar por momentos las vivificantes influencias de los británicos de Jethro Tull.
Lo anterior no significa que Naranja mecánica no encontrase un sonido que los distinguiese como ensamble. Así, cortes como Ficción rural y Liturgia dejan a las claras que, dentro de los códigos del rock progresivo, ellos hallaron un camino, con una personalidad propia como colectivo al componer e interpretar sus temas, la mayoría de orientación conceptual, caracterizados por ritmos abruptos y cambiantes.
Muy acertadas son también las piezas cantadas que el quinteto propone en el fonograma. Los cortes denominados En la fiesta, Desnudo y Crónica de la cobardía, resultan notables ejemplos para demostrar el altísimo nivel que se produce en no pocos textos de los cultores cubanos del rock. Estas composiciones, firmadas por Alejandro del Valle, desde una perspectiva dialógica participan del debate social que se ha dado en Cuba en los últimos 20 años, y con ello asumen la tradición crítica que ha caracterizado históricamente al arte cubano.
Al ponerse el álbum en circulación, vale resaltar que el mismo tuvo una aceptable acogida en el circuito independiente de distribución en varios países. Lo lamentable es que en el mercado natural para el que se realiza esta clase de propuestas, o sea, el de Cuba, donde tendría que haber estado también presente la primera y única producción discográfica de Naranja mecánica, nunca ha habido la más mínima intención en tal sentido. Es una pena, porque sin discusión alguna 1993-1995 representa uno de los fonogramas de mayor importancia entre los llevados a cabo en la escena del rock hecho por nuestros compatriotas.
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Fuente - http://www.juventudrebelde.cu/columnas/los-que-sonamos/2011-01-26/para-no-perder-nuestra-memoria/
26 de Enero del 2011
Como ha escrito Humberto Manduley en su libro El rock en Cuba: «Con menos preponderancia que el jazz, pero incursionando en terrenos no convencionales para nuestro entorno, los cultores del llamado rock progresivo y sus variantes (sinfónico, experimental, electrónico) también han aportado cuotas de heterogeneidad a la escena nacional».
Para los seguidores del rock en nuestro contexto no resulta noticia el hecho de que los ejecutantes del estilo progresivo, en sus diferentes acepciones, siempre han sido minoría en el panorama roquero cubano. Uno de los contados grupos de dicha corriente que consiguió dejar registrada su música en un fonograma fue la banda habanera Naranja mecánica, ensamble hoy apenas conocido entre las nuevas generaciones de amantes del rock y del metal en Cuba pero que, gracias al sello mexicano Luna Negra, vio publicado el álbum titulado 1993-1995.
Con una estrecha vinculación con el mundo de la dramaturgia a través de la compañía Teatro Estudio, Naranja mecánica surge en 1991 por una idea del trío de instrumentistas integrado por Igor Urquiza (guitarra), Ernesto García (bajo) y Manuel Clúa (flauta). Ampliada luego la formación a quinteto, con la incorporación del tecladista Alejandro del Valle y bateristas como Jorge Luis Barrios y Alden del Toro, la agrupación tuvo su última actuación en la sala Ernesto Che Guevara de la Casa de las Américas en marzo de 1995.
Es justo de dicha presentación de donde sale la mayor parte del material recogido en el CD 1993-1995. El propio hecho de que la grabación sea tomada de un concierto en vivo hace que la calidad del sonido no sea todo lo perfecta que pudiéramos desear, en particular si se piensa que la propuesta de la banda consiste en un tipo de música que por su complejidad requiere de determinadas condiciones técnicas para su más acabada realización.
Si bien tales requerimientos no podían lograrse en la sala Ernesto Che Guevara por la falta del equipamiento imprescindible para ello, pienso que tiene un significado especial haber hecho una grabación como esta, devenida importantísimo testimonio de una manera de hacer música que entre nosotros nunca ha sido favorecida ni por la industria nacional ni por las audiencias.
En el repertorio compilado en este álbum encontramos el predominio de piezas instrumentales, con amplio espacio para el destaque individual de cada uno de los músicos del grupo. La utilización de la flauta, algo absolutamente inusual en las bandas cubanas de rock, le hace a uno evocar por momentos las vivificantes influencias de los británicos de Jethro Tull.
Lo anterior no significa que Naranja mecánica no encontrase un sonido que los distinguiese como ensamble. Así, cortes como Ficción rural y Liturgia dejan a las claras que, dentro de los códigos del rock progresivo, ellos hallaron un camino, con una personalidad propia como colectivo al componer e interpretar sus temas, la mayoría de orientación conceptual, caracterizados por ritmos abruptos y cambiantes.
Muy acertadas son también las piezas cantadas que el quinteto propone en el fonograma. Los cortes denominados En la fiesta, Desnudo y Crónica de la cobardía, resultan notables ejemplos para demostrar el altísimo nivel que se produce en no pocos textos de los cultores cubanos del rock. Estas composiciones, firmadas por Alejandro del Valle, desde una perspectiva dialógica participan del debate social que se ha dado en Cuba en los últimos 20 años, y con ello asumen la tradición crítica que ha caracterizado históricamente al arte cubano.
Al ponerse el álbum en circulación, vale resaltar que el mismo tuvo una aceptable acogida en el circuito independiente de distribución en varios países. Lo lamentable es que en el mercado natural para el que se realiza esta clase de propuestas, o sea, el de Cuba, donde tendría que haber estado también presente la primera y única producción discográfica de Naranja mecánica, nunca ha habido la más mínima intención en tal sentido. Es una pena, porque sin discusión alguna 1993-1995 representa uno de los fonogramas de mayor importancia entre los llevados a cabo en la escena del rock hecho por nuestros compatriotas.
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Fuente - http://www.juventudrebelde.cu/columnas/los-que-sonamos/2011-01-26/para-no-perder-nuestra-memoria/
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