Por Pepe Murrieta - CNIAE
Desde el escenario del acogedor espacio ubicado en la céntrica Calle 8, que antes tuvo otros propósitos y mediante el empeño y amor por la escena de Sandra y Ernesto García se ha convertido en una de las más importantes sedes teatrales de Miami, fue iniciada la temporada 2010 de esta pieza que tuvo su estreno absoluto hace casi justo un año (junio de 2009) en New York, premiada entonces por la Hispanic Organization of Latin Actors.
En el pequeño y confortable local de Teatro en Miami Studio, ya sea por la compañía del mismo nombre o por otras invitadas como en este caso, se hace teatro de arte. Así, las cubanas Miriam Bermúdez e Yvonne López Arenal, integrantes de Akuara Teatro, en circunstancias creativas bien difíciles (ensayos en la vivienda de una de las actrices, producción costeada casi absolutamente por ellas mismas...) han comenzado a presentar la puesta en escena dirigida por la propia autora del texto, quien además actúa.
Desde que asistí a uno de los ensayos en casa de Yvonne recordé lo que Vicente Revuelta repite incesantemente en sus pocas comparecencias públicas: en el teatro no puede faltar la poesía. El espectáculo de alrededor de una hora de duración que vi la noche del viernes 28 de mayo de 2010, contiene un intenso halo poético de principio a fin, a partir de su estilo intimista, de su acercamiento al teatro psicologista y de la elitista e imaginativa historia narrada.
Si los referentes culturales básicos en que se sustenta la trama (Virgilio Piñera, Jean-Paul Sartre, Carlos Enríquez, Alejo Carpentier, y ellas mismas, Simone de Beauvoir y Eva Fréjaville) pueden resultar importantes en la comunicación con el público, el rico e inteligente diálogo entre estas dos mujeres, expuesto como una suerte de ensoñación, capta el interés y la atención de los espectadores, aún cuando no hubieran leído previamente las notas al programa escritas por la investigadora y crítica Rosa Ileana Boudet, quien realiza imprescindibles acotaciones de naturaleza histórica. El elemento artístico más significativo de la puesta son las actuaciones de Miriam Bermúdez e Yvonne López Arenal. Un excelente manejo de voces va condicionando el consecuente trabajo corporal. El campo visual centrado en sus imágenes es destacado por espejos que las refleja y multiplica desde diversas perspectivas espaciales. Al finalizar la función, en íntimo brindis ofrecido por el equipo creador, algunos renombrados cineastas cubanos presentes coincidieron en destacar cierto aire cinematográfico logrado con el uso de los reflejos. En este sentido, podemos relacionar la eficaz proyección del collage de fotos creado por Mario García Joya.
Vitales, concentradas, afinadas al mismo tono como instrumentos musicales, las dos actrices se convierten convincentemente en estos bohemios personajes vinculados con Cuba y su cultura, que transitan -¿desde la muerte?- por el imaginario encuentro. Los comportamientos refinados y la presencia de ademanes aristocráticos se subordinan al mensaje central, que es el manifiesto encanto que "célebres criollos" ejercieron sobre ellas. De esta manera, López Arenal justifica su interés por rememorar lo que pudieran haberse dicho y cuestionado las dos francesas.
El grupo de artistas básicamente de origen cubano, encabezados por la autora, actriz y directora Yvonne López Arenal que reside en Miami desde hace varios años, presenta un hermoso relato, a través de una cuidadosa concepción dramatúrgica y un esmerado y coherente tratamiento escénico, avalado por un importante reconocimiento en el círculo cultural hispano de New York.
Me han llegado noticias de que una muestra de teatro cubano-americano será realizado en Cuba en los próximos meses; me atrevo a asegurar que el público habanero disfrutaría, comprendería como pocos, y aplaudiría esta puesta en escena.
Sobresalientes, insisto, resultan las actuaciones de la pinareña Miriam Bermúdez y la habanera Yvonne López Arenal, así como el minimalista diseño de escenografía de Eduardo Arrocha y la sintética y armoniosa banda sonora creada por Mario García Joya y López Arenal.
Centro Nacional de Investigación de las Artes Escénicas.
CNIAE.
Desde el escenario del acogedor espacio ubicado en la céntrica Calle 8, que antes tuvo otros propósitos y mediante el empeño y amor por la escena de Sandra y Ernesto García se ha convertido en una de las más importantes sedes teatrales de Miami, fue iniciada la temporada 2010 de esta pieza que tuvo su estreno absoluto hace casi justo un año (junio de 2009) en New York, premiada entonces por la Hispanic Organization of Latin Actors.
En el pequeño y confortable local de Teatro en Miami Studio, ya sea por la compañía del mismo nombre o por otras invitadas como en este caso, se hace teatro de arte. Así, las cubanas Miriam Bermúdez e Yvonne López Arenal, integrantes de Akuara Teatro, en circunstancias creativas bien difíciles (ensayos en la vivienda de una de las actrices, producción costeada casi absolutamente por ellas mismas...) han comenzado a presentar la puesta en escena dirigida por la propia autora del texto, quien además actúa.
Desde que asistí a uno de los ensayos en casa de Yvonne recordé lo que Vicente Revuelta repite incesantemente en sus pocas comparecencias públicas: en el teatro no puede faltar la poesía. El espectáculo de alrededor de una hora de duración que vi la noche del viernes 28 de mayo de 2010, contiene un intenso halo poético de principio a fin, a partir de su estilo intimista, de su acercamiento al teatro psicologista y de la elitista e imaginativa historia narrada.
Si los referentes culturales básicos en que se sustenta la trama (Virgilio Piñera, Jean-Paul Sartre, Carlos Enríquez, Alejo Carpentier, y ellas mismas, Simone de Beauvoir y Eva Fréjaville) pueden resultar importantes en la comunicación con el público, el rico e inteligente diálogo entre estas dos mujeres, expuesto como una suerte de ensoñación, capta el interés y la atención de los espectadores, aún cuando no hubieran leído previamente las notas al programa escritas por la investigadora y crítica Rosa Ileana Boudet, quien realiza imprescindibles acotaciones de naturaleza histórica. El elemento artístico más significativo de la puesta son las actuaciones de Miriam Bermúdez e Yvonne López Arenal. Un excelente manejo de voces va condicionando el consecuente trabajo corporal. El campo visual centrado en sus imágenes es destacado por espejos que las refleja y multiplica desde diversas perspectivas espaciales. Al finalizar la función, en íntimo brindis ofrecido por el equipo creador, algunos renombrados cineastas cubanos presentes coincidieron en destacar cierto aire cinematográfico logrado con el uso de los reflejos. En este sentido, podemos relacionar la eficaz proyección del collage de fotos creado por Mario García Joya.
Vitales, concentradas, afinadas al mismo tono como instrumentos musicales, las dos actrices se convierten convincentemente en estos bohemios personajes vinculados con Cuba y su cultura, que transitan -¿desde la muerte?- por el imaginario encuentro. Los comportamientos refinados y la presencia de ademanes aristocráticos se subordinan al mensaje central, que es el manifiesto encanto que "célebres criollos" ejercieron sobre ellas. De esta manera, López Arenal justifica su interés por rememorar lo que pudieran haberse dicho y cuestionado las dos francesas.
El grupo de artistas básicamente de origen cubano, encabezados por la autora, actriz y directora Yvonne López Arenal que reside en Miami desde hace varios años, presenta un hermoso relato, a través de una cuidadosa concepción dramatúrgica y un esmerado y coherente tratamiento escénico, avalado por un importante reconocimiento en el círculo cultural hispano de New York.
Me han llegado noticias de que una muestra de teatro cubano-americano será realizado en Cuba en los próximos meses; me atrevo a asegurar que el público habanero disfrutaría, comprendería como pocos, y aplaudiría esta puesta en escena.
Sobresalientes, insisto, resultan las actuaciones de la pinareña Miriam Bermúdez y la habanera Yvonne López Arenal, así como el minimalista diseño de escenografía de Eduardo Arrocha y la sintética y armoniosa banda sonora creada por Mario García Joya y López Arenal.
Centro Nacional de Investigación de las Artes Escénicas.
CNIAE.
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