Por Max Barbosa. - TeatroMundial.com
Al horizonte no se llega en una barca de papel es un divertimiento. No encuentro un concepto más apropiado para leer la propuesta de Ernesto García al recordar puestas en escena anteriores- El Celador del Desierto, así como El Reloj Dodecafónico, entre otras-, desbordantes en cuanto a imaginería y teatralidad. Es decir, la tropa de Teatro en Miami Studio ( TEMS) se regocija en recrear el maltratado género del melodrama con el rigor que merece el empeño.
Si la historia que padecen Antia, Martha y Salvador al reencontrarse después de veinte años posee el encanto del misterio por descubrir, su realización escénica complementa lo anterior. Al iniciar dicha presentación con el relato de los testigos que observaron lo acontecido en función de omniscientes narradores en off tan caro al género en cuestión, las acciones se desarrollarán vertiginosamente. Excelente el recurso de que estos no coincidan al contar lo que ellos mismos observaron por la incidencia que provoca en el espectador al prepararlo para lo que se avecina: intensas pasiones humanas que nos pertenecen. Vale destacar que si bien el melodrama es considerado una expresión realista, Ernesto destroza el dogma cuando los narradores atestiguan el mismo final para la historia, final antimelodramático por excelencia o el descubrimiento del hijo de Martha y Salvador mediante una escena más bien farsesca.
Meritoria labor actoral de Sandra García ( Antia), Gretell Trujillo ( Martha) y Ariel Texidó (Salvador) al interpretar un texto cargado de metáforas, de lirismo apto, exclusivamente, para actores de este nivel.” Los muslos de las piernas y del alma abiertos”, dice Antia al expresar el amor que sintió o aún padece por Salvador. De ahí el espontáneo ir y venir por la escena como dominadores del conflicto que sufren y disfrutan, favorecidos por el montaje de acciones físicas que contribuyen a expresar las características de cada personaje, enriqueciendo el espectáculo visualmente. Muy apropiada la posibilidad de monologar de cada uno de ellos a modo de individualizar sus propósitos y aprovechar la calidad interpretativa del elenco que se desenvuelve en una época indeterminada que, a mi modo de ver, los libera de ataduras expresivas. Sin embargo, el melodrama no sucede hoy en día, ¿ será que la cultura tecnológica predominante promueve la indiferencia hacia sentimientos propiamente humanos?
Como es habitual, Ernesto García se apoya en escenas muy atrayentes desde el punto de vista plástico para continuar el decursar dramatúrgico. Así, Anniamary Martínez, a fondo y en el plano superior de un escenario que parece inmenso ( TEMS tiene cincuenta sillas nada más), es Antia vestida de novia en espera de Salvador; retrospectiva que nos inmiscuye de lleno en las acciones. Apropiada actuación de Anniamary por la relación que obtiene entre texto y movimientos a través de agujas adheridas al traje blanco cual tejedora del horizonte.
Pero el diseño de luces y la banda sonora merecen un comentario aparte: relativo a los sueños el primero por su atmósfera lúdica repleta de contrastes. Sugerente la segunda para rememorar emociones. Cuando Salvador inicia la puesta cantando una breve estrofa, recordé al Michel Legrand de Los Paraguas de Cherburgo.
Si al horizonte no se llega en un barco de papel, con esta nueva puesta en escena de Ernesto García podemos intentarlo.
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