Por Antonio O. Rodríguez - El Nuevo Herald
Contra todos los pronósticos, pese a la crisis económica y la perspectiva de contar con cada vez más raquíticos apoyos gubernamentales para el desarrollo de las artes escénicas, la cartelera teatral hispana de Miami, lejos de languidecer, se enriqueció en el 2009 con nuevas e inesperadas propuestas. Intentemos un recuento ‒no exhaustivo, por supuesto‒ de algunos espectáculos significativos de estos doce meses.
Teatro 8, con Marcos Casanova a la cabeza, apostó por el humorismo con estrenos como El inconveniente y El método Grönholm, de los dramaturgos españoles Juan Carlos Rubio y Jordi Calcerán, respectivamente. También Area Stage hizo énfasis este año en el humor, pero con presupuestos temáticos y artísticos de mayor envergadura. El principal acierto del grupo dirigido por John y María Ordaz fue Tu ternura Molotov, un inquietante texto del venezolano Gustavo Ott.
Teatro en Miami Studio, de Sandra y Ernesto García, continuó consolidándose como un espacio cultural clave en la ciudad. Entre sus montajes se destacó Así es (si así os parece), reescritura de la obra de Luigi Pirandello que puso de manifiesto un prometedor equilibrio en las interpretaciones del colectivo.
Maroma Players, de Rolando Moreno, entregó una acertada versión de cámara de la comedia trágica La visita de la vieja dama, de Friedrich Dürrenmatt, y repuso el juguete cómico Alma de Cuba. Por su parte, el Teatro América aportó El acompañamiento, del argentino Carlos Gorostiza, en un sencillo pero emotivo montaje de Osvaldo Stróngoli. Y el Teatro Cómplice de Jorge Lorenzo y Susana Pérez estrenó Júrame, una comedia sentimental escrita y dirigida por el venezolano Eduardo Pardo.
La esperada “resurrección” del grupo La Má Teodora, del director Alberto Sarraín, tuvo lugar con Chamaco, un melodrama con acentos sociales del cubano Abel González Melo, en una puesta ambiciosa, de meritoria voluntad estética en su discurso escénico.
Una de las más gratas sorpresas del 2009 fue llegar un fin de semana al Teatro Roxy y descubrir que en sus salas estaban escenificándose, simultáneamente, dos obras de autores cubanos: La última cena, de Enrique R. Mirabal, y Emergencia, de Lázaro Rodríguez. Con la primera de ellas regresó a la dirección, tras un receso de dos años, el experimentado Eduardo Corbé; la segunda, marcó el kilómetro cero de un nuevo grupo (Teatro Tuyo, auspiciado por el Instituto Nueva Era) y el debut en Miami de la directora Miriam Lezcano.
El MAC Building contribuyó a diversificar la oferta teatral con una variada programación de stand up comedians de Venezuela. En el ámbito estudiantil, Miami Dade College aportó Otelo, de Shakespeare, y Chéjov vs. Chéjov, a cargo de Prometeo, espectáculos dirigidos respectivamente por Lilliam Vega y Jacqueline Briceno, y A la diestra de Dios padre, del colombiano Enrique Buenaventura, por Actor’s Arena bajo la dirección de Max Ferrá.
El gran acontecimiento del año fue, como de costumbre, la celebración del Festival Internacional de Teatro Hispano, organizado por Mario Ernesto Sánchez con el grupo Avante, que en su XXIV edición invitó a grupos de México, Colombia y España. Sobresalieron las compañías mexicanas Kraken Teatro y, de manera especial, La Máquina de Teatro con su excelente Nezahualcóyotl, de Juliana Faesler, el espectáculo más poético, creativo y redondo del 2009.
Otros grupos visitantes que causaron una estupenda impresión fueron La Quimera, de España, que trajo Mujeres, de Darío Fo y Franca Rame, y Marionetas de la Esquina, de México, con Una luna entre dos casas (la oferta para el público infantil continúa siendo, preocupantemente, una asignatura pendiente).
Si fue estimulante ver aumentar la cantidad de estrenos, se mantuvieron viejos y graves problemas como, por ejemplo, la falta de apoyos gubernamentales y privados; el escaso número de representaciones que alcanzan las obras (lo que no permite madurarlas artísticamente) y la necesidad de políticas para aproximar un mayor número de espectadores a las salas y para crear y consolidar nuevos espacios de crítica y debate constructivos.
“Al mal tiempo, buena cara” volvió a ser la consigna que impulsó a los teatristas hispanos de Miami en el 2009. Y como se acaba el espacio asignado, solo agregaré un deseo para ellos: que la mística no decaiga en el 2010.
Contra todos los pronósticos, pese a la crisis económica y la perspectiva de contar con cada vez más raquíticos apoyos gubernamentales para el desarrollo de las artes escénicas, la cartelera teatral hispana de Miami, lejos de languidecer, se enriqueció en el 2009 con nuevas e inesperadas propuestas. Intentemos un recuento ‒no exhaustivo, por supuesto‒ de algunos espectáculos significativos de estos doce meses.
Teatro 8, con Marcos Casanova a la cabeza, apostó por el humorismo con estrenos como El inconveniente y El método Grönholm, de los dramaturgos españoles Juan Carlos Rubio y Jordi Calcerán, respectivamente. También Area Stage hizo énfasis este año en el humor, pero con presupuestos temáticos y artísticos de mayor envergadura. El principal acierto del grupo dirigido por John y María Ordaz fue Tu ternura Molotov, un inquietante texto del venezolano Gustavo Ott.
Teatro en Miami Studio, de Sandra y Ernesto García, continuó consolidándose como un espacio cultural clave en la ciudad. Entre sus montajes se destacó Así es (si así os parece), reescritura de la obra de Luigi Pirandello que puso de manifiesto un prometedor equilibrio en las interpretaciones del colectivo.
Maroma Players, de Rolando Moreno, entregó una acertada versión de cámara de la comedia trágica La visita de la vieja dama, de Friedrich Dürrenmatt, y repuso el juguete cómico Alma de Cuba. Por su parte, el Teatro América aportó El acompañamiento, del argentino Carlos Gorostiza, en un sencillo pero emotivo montaje de Osvaldo Stróngoli. Y el Teatro Cómplice de Jorge Lorenzo y Susana Pérez estrenó Júrame, una comedia sentimental escrita y dirigida por el venezolano Eduardo Pardo.
La esperada “resurrección” del grupo La Má Teodora, del director Alberto Sarraín, tuvo lugar con Chamaco, un melodrama con acentos sociales del cubano Abel González Melo, en una puesta ambiciosa, de meritoria voluntad estética en su discurso escénico.
Una de las más gratas sorpresas del 2009 fue llegar un fin de semana al Teatro Roxy y descubrir que en sus salas estaban escenificándose, simultáneamente, dos obras de autores cubanos: La última cena, de Enrique R. Mirabal, y Emergencia, de Lázaro Rodríguez. Con la primera de ellas regresó a la dirección, tras un receso de dos años, el experimentado Eduardo Corbé; la segunda, marcó el kilómetro cero de un nuevo grupo (Teatro Tuyo, auspiciado por el Instituto Nueva Era) y el debut en Miami de la directora Miriam Lezcano.
El MAC Building contribuyó a diversificar la oferta teatral con una variada programación de stand up comedians de Venezuela. En el ámbito estudiantil, Miami Dade College aportó Otelo, de Shakespeare, y Chéjov vs. Chéjov, a cargo de Prometeo, espectáculos dirigidos respectivamente por Lilliam Vega y Jacqueline Briceno, y A la diestra de Dios padre, del colombiano Enrique Buenaventura, por Actor’s Arena bajo la dirección de Max Ferrá.
El gran acontecimiento del año fue, como de costumbre, la celebración del Festival Internacional de Teatro Hispano, organizado por Mario Ernesto Sánchez con el grupo Avante, que en su XXIV edición invitó a grupos de México, Colombia y España. Sobresalieron las compañías mexicanas Kraken Teatro y, de manera especial, La Máquina de Teatro con su excelente Nezahualcóyotl, de Juliana Faesler, el espectáculo más poético, creativo y redondo del 2009.
Otros grupos visitantes que causaron una estupenda impresión fueron La Quimera, de España, que trajo Mujeres, de Darío Fo y Franca Rame, y Marionetas de la Esquina, de México, con Una luna entre dos casas (la oferta para el público infantil continúa siendo, preocupantemente, una asignatura pendiente).
Si fue estimulante ver aumentar la cantidad de estrenos, se mantuvieron viejos y graves problemas como, por ejemplo, la falta de apoyos gubernamentales y privados; el escaso número de representaciones que alcanzan las obras (lo que no permite madurarlas artísticamente) y la necesidad de políticas para aproximar un mayor número de espectadores a las salas y para crear y consolidar nuevos espacios de crítica y debate constructivos.
“Al mal tiempo, buena cara” volvió a ser la consigna que impulsó a los teatristas hispanos de Miami en el 2009. Y como se acaba el espacio asignado, solo agregaré un deseo para ellos: que la mística no decaiga en el 2010.
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