Ernesto García. Miami, Sep 2009
Hay un actor feroz, disciplinado, intuitivo, cautivador. Ese es un paradigma, una figura mítica que intento acaparar en mis sueños y realizar en los entrenamientos y ensayos. Ese actor maleable, de musculatura e ideas libres que le permiten navegar por los intríngulis del texto, de los movimientos que el director plantea. Es un actor mitológico e irreal que investiga, no como lo hace el crítico o el académico que busca solo en el lenguaje lo que el lenguaje es incapaz de decirnos; este actor busca el intercambio, la realidad que no está planteada en la historia ni en las palabras, es la realidad del escenario. Las diferentes relaciones espaciales, emotivas, rítmicas que imponen la puesta, lo que está a su alrededor.
Este actor, mitad sable mitad fe, se acecha a sí mismo. Busca la inconformidad que da la angustia creativa. Va siempre un paso más allá de sí mismo para encontrar el reto de su personaje. No psicoanaliza a su personaje porque sabe que esa sería una herramienta pobre. Porque este actor conoce que no sabe quién es él mismo y quizás malgaste su vida buscando tal respuesta. ¿Cómo aspirar a conocer los resortes psíquicos y ambientales que rodean a sus personajes?
Para buscar no solo deberá usar su intelecto. No bastará ahogarse en emociones. No llegará a mentirse con simples trucos aprendidos en clases. Debe abrirse más allá. No puede construir un personaje. No debe comprenderlo. No debe intentar justificarlo. Juzgarlo menos. Debe ser, debe aprender a ser para ser. Y usará entonces todas esas capacidades juntas. Impedirá que una prevalezca y, en equilibrio, creará. Valiéndose de la técnica mostrará su trabajo en los ensayos y al público. Pero este es un actor de “libro de texto”.
El de verdad, el que está en los teatros, hará todo lo posible para encasillar sus personajes a sus propias posturas y limitaciones. No por rústico sino por vago. Buscará entonar el texto con “cierta apariencia de verdad” desde el primer día, aún cuando no ha memorizado el texto. Sus movimientos serán siempre los mismos porque evita cualquier nueva postura, por incómoda o ridícula y se asegura de utilizar las de sus breves y limitados recursos. Este actor real, no entiende que la palabra “ensayo” es “Probar, reconocer algo antes de usarlo. Preparar el montaje y ejecución de un espectáculo antes de ofrecerlo al público.” Ensayar es antes que todo “amaestrar” lograr la maestría. En este caso el actor debería probar, buscar, indagar sobre sí mismo sobre sus propias limitaciones y obstáculos que impiden la presencia del personaje. Los personajes antes de estar sobre el escenario son ideas, verbales o escritas, pero ideas. Pero el actor representa desde el primer ensayo, se limita. Actúa para un público inexistente en lugar de abrirse a la especulación creativa. ¿Por qué?
Libros se han escrito y se escribirán sobre el tema.
Este actor, mitad sable mitad fe, se acecha a sí mismo. Busca la inconformidad que da la angustia creativa. Va siempre un paso más allá de sí mismo para encontrar el reto de su personaje. No psicoanaliza a su personaje porque sabe que esa sería una herramienta pobre. Porque este actor conoce que no sabe quién es él mismo y quizás malgaste su vida buscando tal respuesta. ¿Cómo aspirar a conocer los resortes psíquicos y ambientales que rodean a sus personajes?
Para buscar no solo deberá usar su intelecto. No bastará ahogarse en emociones. No llegará a mentirse con simples trucos aprendidos en clases. Debe abrirse más allá. No puede construir un personaje. No debe comprenderlo. No debe intentar justificarlo. Juzgarlo menos. Debe ser, debe aprender a ser para ser. Y usará entonces todas esas capacidades juntas. Impedirá que una prevalezca y, en equilibrio, creará. Valiéndose de la técnica mostrará su trabajo en los ensayos y al público. Pero este es un actor de “libro de texto”.
El de verdad, el que está en los teatros, hará todo lo posible para encasillar sus personajes a sus propias posturas y limitaciones. No por rústico sino por vago. Buscará entonar el texto con “cierta apariencia de verdad” desde el primer día, aún cuando no ha memorizado el texto. Sus movimientos serán siempre los mismos porque evita cualquier nueva postura, por incómoda o ridícula y se asegura de utilizar las de sus breves y limitados recursos. Este actor real, no entiende que la palabra “ensayo” es “Probar, reconocer algo antes de usarlo. Preparar el montaje y ejecución de un espectáculo antes de ofrecerlo al público.” Ensayar es antes que todo “amaestrar” lograr la maestría. En este caso el actor debería probar, buscar, indagar sobre sí mismo sobre sus propias limitaciones y obstáculos que impiden la presencia del personaje. Los personajes antes de estar sobre el escenario son ideas, verbales o escritas, pero ideas. Pero el actor representa desde el primer ensayo, se limita. Actúa para un público inexistente en lugar de abrirse a la especulación creativa. ¿Por qué?
Libros se han escrito y se escribirán sobre el tema.
***************
Grafico: Chimera. Apulian red-figure dish, ca. 350-340 BC.
Grafico: Chimera. Apulian red-figure dish, ca. 350-340 BC.
Comentarios