Por Jesús Hernández - Diario Las Américas
Ernesto sitúa su argumento 2,000 años después de un fulminante ataque nuclear. Una anciana que ha logrado vivir los dos milenios, deambula en círculos con su “casa” a cuestas por el mismo lugar. Un desierto que parece guardar historias que sólo ella conoce. Secretos que hablan de un pasado que la vieja convertida en sabio esconde y solo el cansancio acumulado la obliga a compartir con una joven errante. Un texto que aborda ciertos valores y errores de la humanidad, reforzado con la palabra alegórica, así como la memoria mundana en otros momentos; para marcar las causas de la destrucción según el autor. Gentil fórmula que facilita la comprensión del público, al mismo tiempo que favorece la representación dramatizada.
Sandra García es “ella”, la anciana que lleva por nombre Senil Lengüita. Alguien que denota sabiduría y dureza, sin olvidar la ternura que alguna vez tuvo. Figura que la actriz sabe llevar muy bien, como si de un traje hecho a su medida se tratara.
La joven errante tiene por nombre Magdalena y es interpretada por Anniamary Martínez. Caracterización que la joven actriz logra encaminar con pasajes sobresalientes, aunque en muchos otros acude a una exagerada fuerza de expresión.
Teniendo en cuenta el entorno fantástico del argumento y conociendo el trabajo de luminotecnia que Ernesto García acostumbra a desempeñar, yo esperaba un efecto mayor de las luces sobre determinadas escenas. No obstante, el director pudiera haber decidido atenuar el impacto de la iluminación para conservar el protagonismo de la palabra y la actuación. Los dos ingredientes principales que realzan esta pieza e invitan a meditar sobre el curso del tiempo y la salvación de la especie humana.
La destrucción del mundo y la vida después del cataclismo son temas que guardan una curiosa inquietud en la mente de los escritores. Cómo será la existencia después de la gran destrucción. Argumento que adquiere connotación de alegoría y cuestionamiento en El celador del desierto. Una pieza que Ernesto García concibió años atrás, estrenó con repercusión en Miami hace 6 y repone en su sala Teatro en Miami Studio estos días.
Ernesto sitúa su argumento 2,000 años después de un fulminante ataque nuclear. Una anciana que ha logrado vivir los dos milenios, deambula en círculos con su “casa” a cuestas por el mismo lugar. Un desierto que parece guardar historias que sólo ella conoce. Secretos que hablan de un pasado que la vieja convertida en sabio esconde y solo el cansancio acumulado la obliga a compartir con una joven errante. Un texto que aborda ciertos valores y errores de la humanidad, reforzado con la palabra alegórica, así como la memoria mundana en otros momentos; para marcar las causas de la destrucción según el autor. Gentil fórmula que facilita la comprensión del público, al mismo tiempo que favorece la representación dramatizada.
No se trata de una nueva versión, si no de una pieza remozada con ingredientes escénicos. Hay música figurada y el lenguaje corporal adquiere protagonismo. Coreografía que marca el inicio de la puesta con la danza de las auras, que buscan donde volver a “picar”; representadas por Anniamary Martínez, Marcia Stadler, Leandro Peraza y Carlos Bueno. Danza que resulta ser muy alegórica, aunque algo prolongada en mi opinión. Todo esto fruto de Ernesto, que vuelve a ser el hombre orquesta, aunque esta vez comparte el diseño del vestuario y el maquillaje con su esposa Sandra García. Vestuario y maquillaje subjetivos que sirven para marcar el agotamiento de la carne y el espíritu en los personajes.
Sandra García es “ella”, la anciana que lleva por nombre Senil Lengüita. Alguien que denota sabiduría y dureza, sin olvidar la ternura que alguna vez tuvo. Figura que la actriz sabe llevar muy bien, como si de un traje hecho a su medida se tratara.
La joven errante tiene por nombre Magdalena y es interpretada por Anniamary Martínez. Caracterización que la joven actriz logra encaminar con pasajes sobresalientes, aunque en muchos otros acude a una exagerada fuerza de expresión.
Teniendo en cuenta el entorno fantástico del argumento y conociendo el trabajo de luminotecnia que Ernesto García acostumbra a desempeñar, yo esperaba un efecto mayor de las luces sobre determinadas escenas. No obstante, el director pudiera haber decidido atenuar el impacto de la iluminación para conservar el protagonismo de la palabra y la actuación. Los dos ingredientes principales que realzan esta pieza e invitan a meditar sobre el curso del tiempo y la salvación de la especie humana.
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