Nota al lector
Este libro responde a la amable invitación de Ediciones B, que tras la publicación de Telebasura y democracia (febrero de 2002) y su buena acogida por el público, me sugirió escribir un libro sobre la izquierda. El proyecto me pareció del mayor interés, dado que ya había tratado este asunto y expuesto muchas ideas sobre él en dos artículos publicados enla revista El Basilisco: «La Ética desde la izquierda» (nº 17, 1994, págs. 3-36) y «En torno al concepto de 'izquierda política'» (nº 29, 2001, págs. 3-28).
Al volver sobre esta cuestión tan fundamental, y al contrastar la abundante bibliografía que sobre la Izquierda ha aparecido durante estos últimos años en España y fuera de ella, me vi empujado por la necesidad de reconstruir una teoría filosófica de la izquierda que fuera capaz de situar las diferentes teorías y movimientos existentes, y que al mismo tiempo no se despegase ni un milímetro de la realidad histórica.
La tesis fundamental del libro es esta: que mientras cabe reconocer una unidad unívoca, de fondo, a las derechas, en cambio no cabe reconocer una unidad semejante a las izquierdas. Cabría hablar por tanto de «la derecha», pero no de «la izquierda». Las izquierdas son muy diversas y están en conflicto, a veces a muerte, entre sí. No cabe hablar de una unidad de fondo entre las izquierdas, porque su unidad es analógica, lo que quiere decir que las izquierdas son, en sí mismas, diversas y que sólo pueden considerarse semejantes en virtud de alguna proporción, que presupone y corrobora precisamente su diversidad irreductible.
En este libro se ofrecen dos novedades principales a la hora de abordar y sistematizar la cuestión de la diversidad de las izquierdas. La primera es la determinación de ocho modelos teóricos desde los cuales necesariamente habrá de acercarse al análisis de las Ideas sobre la izquierda, en función de tres criterios de carácter muy general.
La segunda novedad que este libro presenta es la clasificación de las llamadas izquierdas en dos grupos, en principio, bien diferenciados: las izquierdas definidas políticamente y las izquierdas indefinidas. Se determinan seis géneros o generaciones de izquierda definida: la izquierda radical, la izquierda liberal, la izquierda libertaria, la izquierda socialdemócrata, la izquierda comunista y la izquierda asiática. Y se clasifica la izquierda indefinida políticamente en tres tipos: la izquierda extravagante, la izquierda divagante y la izquierda fundamentalista.
No cabe, por tanto, de acuerdo con las tesis mantenidas en este libro, hablar de una «unidad de la Izquierda». No cabe reconocer ningún sentido a las expresiones de aquellos que afirman «ser de izquierda de toda la vida». Quienes así se expresan, o bien están dispuestos a declarar de inmediato a qué corriente de izquierdas se refieren, y entonces tendrán que decir «soy socialista de toda la vida», o «soy anarquista de toda la vida»..., o bien su afirmación, tan sentida como solemne, tendrá que considerarse como vaga, confusa y oscura; es decir, como una afirmación perezosa, por no decir vacía, y por tanto indigna de merecer respeto.
Colofón
¿Es posible defender, en los comienzos del siglo XXI, la vigencia de la oposición entre derechas e izquierdas, o de las izquierdas existentes, o será necesario esperar a una séptima generación de izquierda capaz de tener algo que hacer y que decir ante una Humanidad de más seis mil millones?
Desde las coordenadas de este libro habría que afirmar que esa hipotética séptima generación de la izquierda no podría en ningún caso constituirse en una sociedad política de escala local, regional o estatal. Necesariamente, su plataforma habría de ser continental y supranacional. Pero al mismo tiempo la sociedad en la que esta séptima generación pudiera formarse habría de ser lo suficientemente homogénea, una homogeneidad que no se puede improvisar, porque habrá de ser el fruto de un largo proceso histórico, en el que se ha podido forjar un idioma y una cultura comunes a cientos de millones de hombres. Esto excluye a Europa como plataforma de un proceso semejante. La Europa ampliada resulta ser un mosaico de Estados e intereses tan heterogéneos, inmersos en una privilegiada atmósfera de bienestar de cuño capitalista, cuya unidad puede mantenerse sólo en función de su solidaridad, especialmente mercantil, contra terceros.
Las grandes unidades históricas y culturales en las que está hoy repartido el Género humano, aquellas cuyo volumen supera los cuatrocientos millones de habitantes, son las siguientes: el Continente anglosajón, en donde está asentado el único Imperio universal hoy realmente existente; el Continente islámico, que se mantiene totalmente al margen de la distinción entre izquierdas y derechas, tal como ella se formó en Europa; el Continente asiático, continuador de la sexta generación de la izquierda, y que es acaso el verdadero antagonista, mayor aún que el Islam, para el imperialismo norteamericano; y el Continente hispánico, que muchos consideran como una plataforma virtual cuyo porvenir, por incierto que sea, no puede ser descartado en cuanto al papel que pueda jugar en el futuro en el concierto universal.
No cabe hablar por tanto de ninguna globalización como proceso que estuviera impulsado por el Género humano. La globalización sólo puede hacerse desde alguna parte de la Humanidad con capacidad para ello, y según sus intereses. En nuestros días la globalización es el nombre que ha tomado, tras la caída de la Unión Soviética, la mundialización promovida por el imperialismo de los Estados Unidos.
La izquierda surgió hace doscientos años en Europa como un proceso de racionalización dirigido a la globalidad del Género humano. Este proceso experimentó una inflexión y un repliegue decisivo con la caída de la Unión Soviética. En nuestro presente es imposible admitir que el proceso de racionalización de la Humanidad haya avanzado tanto y de modo armónico, como algunos optimistas quieren creer. La miseria y la pobreza de muchos pueblos, por un lado, y la superstición, el vudú, el tarot, los horóscopos, las falsas creencias y la ignorancia en creciente en el seno de las propias sociedades del bienestar, obligan a concluir que la historia está muy lejos de haber encontrado su fin.
Nadie sabe lo que va a ocurrir en el próximo milenio, y por eso lo más peligroso es la existencia de individuos, grupos, iglesias y partidos políticos, de izquierdas o de derecha, que creen estar en posesión de la «ciencia media» sobre el porvenir.
31 de diciembre de 2002
Gustavo Bueno
Comentarios
Felicidades teatristas!!!
Janys