Max Barbosa. - http://www.teatromundial.com/
Perogrullada: para ver puestas en escena novedosas hay que asistir a Teatro en Miami Studio. Enema, escrita, dirigida y amamantada por Ernesto García así lo reafirma.
Se trata de las vicisitudes de Antonio; mejor dicho, del turbulento quehacer intelectual del Siglo de las Luces capaz de crear pensantes como él quienes vivieron desfasados e incriminados por su comportamiento transgresor. De ahí que Antonio visualice la presentación de la obra que escribe 300 años después, es decir, en el momento en que asistimos a la misma aquí en Miami; pretexto que le permite liberarse de las ataduras que lo amordazan en aras de imaginar lo inimaginable: cantarle a esa parte del cuerpo humano que, hasta ese instante, había sido ignorada hasta por los más connotados sibaritas, excepto él, debido a Dolores: dueña de abundantes virtudes, sobre todo, en la parte trasera. Pero nuestro Antonio caerá en desgracia al sospechar la Inquisición que es el autor de incendiarios versos amorosos que pululan por la ciudad anónimamente. Entonces comienza el conflicto al querer controlar los inquisidores la libertad del hombre para que otros conserven el poder a la usanza de hoy en día.
Varios aspectos motivaron mi atención:
El adecuado nivel de actuación del elenco.
Ariel Texidó ( Antonio) impresiona desde el inicio de su actuación por la veracidad con que asume el rol. La interpretación del texto refleja el mundo interior que lo atormenta, además de las acciones físicas correspondientes. A mi modo de ver, es un acierto de Ernesto comenzar la obra con el lírico monologar de Antonio. Desde el inicio el público disfruta de una buena actuación, provocando el interés por el decursar del acontecimiento.
Anniamary Mártinez ( Dorcomia) y Leandro Peraza ( Merdufo) son un suceso. Sus arlequines juegan en el diminuto espacio escénico del retablo donde desarrollan la obra que Antonio escribe. Dicho retablo es otro de los logros de la puesta. Sin Dorcomia y Merdufo desconoceríamos el texto futurista de Antonio. Ellos no los ofrecen mediante la comicidad que les aportan a los personajes, interpretación y comunicación entre ambos.
Marcia Stadler ( Dolores). Acierta con la dinámica proyección del personaje. Siempre en ascuas por los riesgos que corre Antonio. De ahí la inflexión vocal alta que emplea a modo de súplica para que la escuchen.
El cuarteto inquisitorial, Christian Ocón ( Obispo), Ivette Kellems ( Sor Casta), Nirma Necuze ( Monja) y Carlos Bueno ( Cura) crean la atmósfera represiva que los caracteriza a partir del tono farsesco que predomina en el montaje. Cada personaje mantiene su individualidad, ayudados por la caracterización que los define.
Uno de los momentos más logrado de Ocón es después de la trepanación del cráneo de Antonio para descubrir los componentes del cerebro que le hacen escribir inmoralidades. Al extraer con una pinza un pedazo del cerebro, ninguno de ellos acierta definirlo al olerlo, pero el obispo sí.
“ Mierda” , dice convencido. La significación de dicha palabra en el contexto que se origina resume el comportamiento de una época, al igual que “ La Danza de los Falos”, feliz recriminación de la doble moral de cualquier inquisidor.
No obstante, creo que la escena inquisitorial pudiera ganar en síntesis en aras de mantener el interés del espectador y el ritmo de la puesta en escena.
En sentido general Enema es un canto a la imaginación creadora. Por eso el suspenso que reina al principio en cuanto a la naturaleza de la relación amorosa entre Antonio y Dolores, y que al definirla el espectador quedará sorprendido. O la sugerencia del vestuario sin ser exactamente de época. La precisión de las luces o la banda sonora que, como ha expresado Ernesto, “ no son canciones agregadas, sino que son parte de la escena que luego, en el proceso de montaje, yo convierto en canción o coros”.
Enema, amigo lector, exige su presencia.
Perogrullada: para ver puestas en escena novedosas hay que asistir a Teatro en Miami Studio. Enema, escrita, dirigida y amamantada por Ernesto García así lo reafirma.
Se trata de las vicisitudes de Antonio; mejor dicho, del turbulento quehacer intelectual del Siglo de las Luces capaz de crear pensantes como él quienes vivieron desfasados e incriminados por su comportamiento transgresor. De ahí que Antonio visualice la presentación de la obra que escribe 300 años después, es decir, en el momento en que asistimos a la misma aquí en Miami; pretexto que le permite liberarse de las ataduras que lo amordazan en aras de imaginar lo inimaginable: cantarle a esa parte del cuerpo humano que, hasta ese instante, había sido ignorada hasta por los más connotados sibaritas, excepto él, debido a Dolores: dueña de abundantes virtudes, sobre todo, en la parte trasera. Pero nuestro Antonio caerá en desgracia al sospechar la Inquisición que es el autor de incendiarios versos amorosos que pululan por la ciudad anónimamente. Entonces comienza el conflicto al querer controlar los inquisidores la libertad del hombre para que otros conserven el poder a la usanza de hoy en día.
Varios aspectos motivaron mi atención:
El adecuado nivel de actuación del elenco.
Ariel Texidó ( Antonio) impresiona desde el inicio de su actuación por la veracidad con que asume el rol. La interpretación del texto refleja el mundo interior que lo atormenta, además de las acciones físicas correspondientes. A mi modo de ver, es un acierto de Ernesto comenzar la obra con el lírico monologar de Antonio. Desde el inicio el público disfruta de una buena actuación, provocando el interés por el decursar del acontecimiento.
Anniamary Mártinez ( Dorcomia) y Leandro Peraza ( Merdufo) son un suceso. Sus arlequines juegan en el diminuto espacio escénico del retablo donde desarrollan la obra que Antonio escribe. Dicho retablo es otro de los logros de la puesta. Sin Dorcomia y Merdufo desconoceríamos el texto futurista de Antonio. Ellos no los ofrecen mediante la comicidad que les aportan a los personajes, interpretación y comunicación entre ambos.
Marcia Stadler ( Dolores). Acierta con la dinámica proyección del personaje. Siempre en ascuas por los riesgos que corre Antonio. De ahí la inflexión vocal alta que emplea a modo de súplica para que la escuchen.
El cuarteto inquisitorial, Christian Ocón ( Obispo), Ivette Kellems ( Sor Casta), Nirma Necuze ( Monja) y Carlos Bueno ( Cura) crean la atmósfera represiva que los caracteriza a partir del tono farsesco que predomina en el montaje. Cada personaje mantiene su individualidad, ayudados por la caracterización que los define.
Uno de los momentos más logrado de Ocón es después de la trepanación del cráneo de Antonio para descubrir los componentes del cerebro que le hacen escribir inmoralidades. Al extraer con una pinza un pedazo del cerebro, ninguno de ellos acierta definirlo al olerlo, pero el obispo sí.
“ Mierda” , dice convencido. La significación de dicha palabra en el contexto que se origina resume el comportamiento de una época, al igual que “ La Danza de los Falos”, feliz recriminación de la doble moral de cualquier inquisidor.
No obstante, creo que la escena inquisitorial pudiera ganar en síntesis en aras de mantener el interés del espectador y el ritmo de la puesta en escena.
En sentido general Enema es un canto a la imaginación creadora. Por eso el suspenso que reina al principio en cuanto a la naturaleza de la relación amorosa entre Antonio y Dolores, y que al definirla el espectador quedará sorprendido. O la sugerencia del vestuario sin ser exactamente de época. La precisión de las luces o la banda sonora que, como ha expresado Ernesto, “ no son canciones agregadas, sino que son parte de la escena que luego, en el proceso de montaje, yo convierto en canción o coros”.
Enema, amigo lector, exige su presencia.
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GRACIAS