Por Ernesto García.
Apenas me senté frente a la computadora, llegando de un viaje de rehabilitación artística por la ciudad de Barcelona, medité la posibilidad de reflexionar sobre Miami y su teatro.
No intento hacer una comparación pues sería demasiado injusto con Miami y abiertamente mediatizado a favor de Barcelona; mas prefiero pensar en términos de lo cotidiano, el tipo de conversación con la que se comparte un café.
Por muchos años he defendido la idea de que la suerte de nuestra cultura y nuestro teatro recalaba en los hombros de los individuos, compílense en estos: artistas, periodistas, negociantes y espectadores. Y lo sigo pensando, sólo que con mi idea de que el capitalismo se autorregula, despojé a los políticos, a las organizaciones gubernamentales y a cabilderos de las responsabilidades que tienen con la cultura y con la educación de sus electores.
El artista crea, el negociante propicia, el periodista crítica y el espectador disfruta. Pero esta no es una línea recta, por el contrario, es un círculo multi-direccional e interactuante, donde todos se benefician del hecho teatral.
¿Y los políticos? (Entendamos como político toda gama de burócratas, agencias patrocinadoras, etc.) Los políticos también son responsables y no únicamente destinando una serie de fondos que nunca parecen llegar a donde deben, convendría de ellos una intención abierta a favor de las artes. Esta intención debe ser clara, no partidista; con un propósito humanista. El secreto, que no es tal, es intención, visión y riesgo. Los grandes movimientos, ya fueran culturales, políticos, revolucionarios, religiosos, libertadores; parecen comenzar con muy pocos individuos dispuestos a todo; incluyo aquí hasta las grandes fortunas. Sin visión parecemos convocados a la quietud, a gastar el día a día, en lugar de vivirlos.
Nuestros políticos y burócratas deberían someterse al látigo de los medios de prensa, - en Miami no flagela las espaldas que corresponde – y por esto, en cuestiones artísticas; estos respetados burócratas dan rienda suelta a la indolencia. Hagamos la prueba de fuego (en tono jocoso pero sin dejar de ser serios) invitemos a un político a definirse pro-arte o en contra y su respuesta será agua pasada. ¿Pero si la pregunta fuera pro-castro or against? La respuesta definiría toda su carrera política, y le facilitaría la atención de todos los medios etéreos, electrónicos o escritos. Lo irónico es que a un político local le es menester y es parte de su responsabilidad los destinos culturales de una ciudad, pero nada tiene que hacer en política internacional.
¿Y el teatro? ¿Y el arte? ¿Y la cultura? ¡Bien, gracias!
Es cierto y bien lo recoge, mi amigo, el periodista José Antonio Evora en su artículo Teatro en Miami, la tragedia de querer reír que existe una visión mediocre en muchos productores y teatristas de nuestra ciudad. Igualmente hay un manifiesto irrespeto hacia el espectador al pretender imponerle una comedia decadente aunque no innecesaria. Asumo como creador que muchos de mis colegas hacen lo que pueden y saben; y no necesariamente es una respuesta condicionada por los tickets o las ganancias.
Digámoslo claro; muchos teatristas hacen el teatro que saben hacer y la propuesta mala o buena, mediocre o facilista; responde más a sus capacidades creativas que a una visión limitada. Quizás el punto que denota la incapacidad de abrir horizontes y lanzarse un tramo más allá, es que los dueños o administradores de salas (las pocas que van quedando) temen o silencian a teatreros con propuestas que se salen del marco de la comedia fútil. Invalidan la obra de otros en pos de un supuesto ideario que marca la fatalidad del drama en la taquilla. La ceguera está en el recelo por el riesgo.
La ausencia de espacios es uno de los golpes más fuertes que recibe todo el teatro de autor, el teatro de ensayo, el teatro de bolsillo, en fin, cualquier teatro. Salas que prefieren cerrar permanente o temporalmente en virtud de la incomunicación, sin exponer acuerdos acertados a otros creadores que pudieran hacer uso de ellas.
Quien me conoce sabe que soy un ferviente creyente de la alternativa. Este mismo portal es fruto de un momento desesperado en busca de ella. Así que el obstáculo es para mí, no un objeto ajeno y agregado, sino parte intrínseca del proceso creador. Y claro que he pensado la alternativa, la he pensado y practicado, pero sin dejar de reconocer el impacto y el cansancio que produce buscarle una alternativa a la alternativa.
Existe una correlación muy directa entre todos estos componentes que conducen a la insolvencia monetaria de aquellos que desean embarcarse en una producción teatral. La falta de fondos en manos de los artistas los deja sin espacios físicos para la representación y a diferencia quizás de otros países, el leguleyismo en Estados Unidos hace casi imposible crear espacios realmente alternos para el teatro de bajo costo. Seguros, códigos del departamento de incendio, códigos de la ciudad, tanta organización social resulta en el impedimento creativo o lo que hacen muchos artistas, pasar por alto las regulaciones y sobrevivir hasta el día en que llegue el inspector, convirtiendo al arte en un hecho ilegal.
Y es aquí donde saltó a mi vista la alternativa barcelonesa, donde salas pequeñas como la Beckett serían totalmente inadmisibles en el rígido panorama de los códigos norteamericanos. El espacio para la representación en Miami necesita seguros, baños accesibles, rampas, medidas exactas para puertas y ventanas y un sinnúmero de argumentos arquitectónicos dignos de análisis, lo que concluye en lo que tenemos, o mejor dicho, lo que no tenemos, salas de teatro, aunque sean de 25 asientos plegables.
Otro responsable es la Media en toda su extensión y fuerza. Para nadie es secreto y solo mire a su alrededor, el impacto que tienen la televisión, la radio, la prensa, las revistas. La voz omnipresente y omnipotente, los nuevos evangelios. Pocos quedan que ratifican como verdadero aquello que el cura o el pastor dijo, hoy solemos ser más tecnológico: ¿Cómo sabes que es cierto? ¿Dónde te enteraste? Pues lo vi en Televisión o lo leí en la prensa o fulano lo dijo en el radio, y he aquí que es palabra de Dios. El poder de la Media sobre sus clientes es cuantitativamente mayor que cualquiera anterior en la historia.
Los medios masivos de comunicación pasan de las artes, nos acumulan con noticias intrascendentes de divorcios y noviazgos de estrellas que brillan a la sazón que ellos producen. Sin el compromiso de los periódicos, de la televisión o de la radio, el deber nada costoso de dedicar pequeños espacios de verdadera vocación cultural, continuaremos en una ciudad plagada de mediocridades. Un viejo adagio periodístico dice que no es noticia que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro; con este tipo de mentalidad estamos expuesto a lo extraordinario, creemos estar informados cuando realmente somos conocedores de sucesos poco probables.
Los Medios de prensa pretenden hacernos creer que ellos no divulgan aquello que carece de importancia a sus consumidores, cuando es sabido que toda la Media es acarreadora de opiniones y gustos. Si fuera cierto que ellos se restringen a los intereses de los lectores o televidentes ¿qué sentido tendría publicitar un producto nuevo?
Lo que parece más dable es que al igual que se achaca mezquindad, falta de riesgos y compromisos a los creadores teatrales; la Media padece del mismo mal, y no hablo de los periodistas que dan la cara firmando sus artículos; sino la parafernalia de editores y directores que al final tienen la última palabra blandiendo la espada del sí o del no, del “esto es importante” y “esto no vende”.
El otro punto es la participación del espectador, pero me he extendido más de lo que deseo y esta arista tiene muchos ángulos que dejaré para otro momento. En síntesis, hay una realidad que no se puede encubrir, hacer teatro es difícil en cualquier ciudad del mundo, en Miami es un suceso contranatural. La falta de fondos, de compromisos, de apoyos nos regalan una realidad nada alentadora.
Por lo que a mí me toca y sé, en Miami viven artistas, periodistas y escritores deseosos de trabajar. Hay público a la expectativa de ver buen teatro. Salas que cerraron y deberían estar abiertas, directores llenos de proyectos varados por la imposibilidad financiera. A Miami le urge un zarandeo teatral.
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Este artículo fue publicado en http://www.teatroenmiami.com/ en Enero del 2006. Creo que todavía tiene actualidad.
Este artículo fue publicado en http://www.teatroenmiami.com/ en Enero del 2006. Creo que todavía tiene actualidad.
Comentarios
Saludos y un fuerte abrazo, Alberto.
Hoy vamos a linkear esta entrada en nuestro blog. Sin lugar a dudas hay una multitud de voces pidiendo lo mismo. La escena cultural de Miami necesita crecer.
saludos, tony.