ANTONIO O. RODRIGUEZ - Especial/El Nuevo Herald
A casi medio siglo de su publicación en el semanario Lunes de Revolución y de su estreno en Cuba, la obra en un acto Los acosados, de Matías Montes Huidobro, vuelve a escena en una producción de Teatro en Miami.
Un espectáculo de este tipo demanda intérpretes fogueados y dúctiles, capaces de ''subirse'', de modo coherente y orgánico, a una montaña rusa de exigencias que no da ni un minuto de tregua.
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A casi medio siglo de su publicación en el semanario Lunes de Revolución y de su estreno en Cuba, la obra en un acto Los acosados, de Matías Montes Huidobro, vuelve a escena en una producción de Teatro en Miami.
Cinco décadas es tiempo suficiente para poner a prueba la calidad y la vigencia de un texto dramático, y la pieza de Montes Huidobro resiste la confrontación. Su fina ironía y su capacidad de reflejar un contexto social asfixiante conservan plena vigencia. La obra continúa siendo un retrato desgarrado de ''dos vidas desnudas, solas y abandonadas, frente a la angustia económica y la muerte'' (tal como indicaban las notas del programa de mano de 1960); pero las circunstancias contemporáneas permiten leerla desde una perspectiva que amplía su alcance con nuevas resonancias.
Escrita en un momento estimulante para la dramaturgia cubana, Los acosados comparte con otras creaciones de la misma época la doble condición de denuncia y de exorcismo de un período oscuro, que un naciente proceso social pretendía borrar para siempre. Sin embargo, Montes Huidobro no se ciñó al realismo psicológico y el costumbrismo utilizados por otros dramaturgos y prefirió crear una pieza que tiene de parábola y de juego cruel, en la que se advierte el empeño por apresar artísticamente el fluir del tiempo.
El montaje de Ernesto García revela una lectura atenta y actual de Los acosados. En su condición de director, compositor, escenógrafo y diseñador de luces, García ha acentuado el trasfondo expresionista de la obra y la ha transformado en una suerte de pesadilla vertiginosa, en una ceremonia signada por el sarcasmo y la crueldad, pero en la que también hay cabida para la ternura y la compasión.
El diseño escénico es funcional y efectivo: las cuentas de cobro y los objetos de diversa naturaleza que penden del techo de forma amenazadora --como espada de Damocles a punto de cercenar las aspiraciones de Ella y El-- cargan semánticamente el espacio y subrayan la tesis explicitada por los personajes: ''Los objetos se aferran a nosotros. Son serpientes. Nos sueltan cuando ya estamos muertos. Creemos que son nuestros cuando son ellos en realidad quienes nos poseen''. Los inodoros dorados, de donde sale y entra un sinfín de cuentas pendientes, funcionan como una sugestiva metáfora del día a día, al igual que los marcos de cuadros que delimitan a los protagonistas y restringen sus relaciones, adquiriendo la connotación de jaulas.
Más que a manera de acentos expresivos, la música, los efectos sonoros y las luces funcionan como una extensa partitura, como un continuum sobre el que García despliega las acciones con la precisión de un mecanismo de relojería. La escena de pantomima en que la pareja toma la sopa --y la materialidad de los objetos se sugiere a través de pequeños ruidos domésticos-- constituye un momento de lograda teatralidad. Otro acierto es la cadena de movimientos que, acompañada de una melodía de fuerte impacto emocional, apunta a la cosificación de las rutinas diarias.
Un espectáculo de este tipo demanda intérpretes fogueados y dúctiles, capaces de ''subirse'', de modo coherente y orgánico, a una montaña rusa de exigencias que no da ni un minuto de tregua.
Ivette Kellems y Christian Ocón realizan un esfuerzo mayúsculo: su desempeño revela entrenamiento, disciplina y mística; pero los resultados no siempre satisfacen las expectativas. El problema está en el mecanicismo interpretativo en que caen por momentos y en su dificultad para generar un sentido perdurable de verdad artística. En Kellems se agradece una mayor conciencia de los matices internos del personaje; pero Ocón debe resolver la tendencia a la expresión grandilocuente y a darle a parlamentos de carácter cotidiano el carácter de sentencias trascendentales, algo que reduce sus registros y puede llegar a abrumar al espectador.
Esta inquietante propuesta rescata un texto poco difundido de la dramaturgia cubana y lo inserta en la problemática del consumismo y el endeudamiento nuestros de cada día. Los acosados es una comedia amarga en la que, como en un espejo distorsionado, los espectadores podrán observar críticamente su realidad y --quizás-- reconocerse. Al fin y al cabo, ese cáncer que padece la madrina y al que se alude con insistencia, nos amenaza --en un sentido social-- a todos. Ojalá que, como antídoto, seamos capaces de percibir esa ''extraña luz'' que, a manera de esperanzador llamado de alerta, pone punto final a la representación.•
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'Los acosados' de Matías Montes huidobro, dirigida por Ernesto García, con Christian Ocón e Ivette Kellems. Teatro en Miami Studio. Funciones viernes y sábados, 8:30 p.m. 2500 SW 8 Calle. (305) 551-7473.
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