Por Luis de la Paz Diario Las Américas Cada vez que voy a la pequeña pero acogedora sala de Teatro en Miami Studio, pienso en Sandra García y en su esposo, Ernesto, con satisfacción. Más allá de lo que pueda admirarlos, a ella como actriz, a él como dramaturgo y director, siento la alegría ajena de saber que con perseverancia, dedicación y sobre todo amor por lo que hacen, han logrado abrir un espacio importante para el teatro en Miami. Sandra se ha entregado con pasión al teatro, tanto como actriz de múltiple posibilidades, que como profesora y productora. Una amiga que la conoció al principio de sus años de exilio trabajando en un restaurante en Coral Gables, me contó que Sandra ensayaba para una pieza para el Festival de Teatro de Miami. En la fecha del estreno el dueño del restaurante (que se la daba de mecenas y patrocinador de eventos culturales), no quería dejarla ir. Sandra, sabiendo las consecuencias, fue a hacer su personaje, pero perdió el empleo. Sólo aquellos q